Otros prefieren estrechar o tirar de las ligaduras para favorecer el flujo de adrenalina y euforia.
Los hombres que en general suelen ser mucho más fuertes que sus compañeras y que sin embargo desean un intercambio más equilibrado prefieren un bondage parcial que los haga sentir casi indefensos en manos de sus amantes, otros aumentan su autoestima descubriendo que a pesar de las ligaduras son capaces de dominar por la palabra o de otro modo.
Muchos sienten que las ataduras les liberan de tener que cumplir sexualmente, o de tener que ser activos, esto les permite relajarse y disfrutar de las sensaciones que su pareja está provocando en ellos.
Hay que saber negociar
Las escenas de bondage se suelen negociar de antemano, expresando libremente ambos participantes lo que se puede y lo que no se debe hacer, también se acuerda una palabra neutra para usarla cuando el dominado no quiera que las cosas vayan a más o cuando empiece a sentirse mal, el dominante debe parar radicalmente cuando el dominado pronuncie la palabra convenida.
La palabra de seguridad también es una orden para acabar con la situación. Independientemente de que se pronuncie la palabra o no, no es conveniente permanecer atado en posturas forzadas más de unos cinco minutos, sobretodo si la parte atada está azul o fría.
Generalmente el bondage, al igual que otros juegos sexuales, no produce un efecto erótico por sí mismo, salvo que la atracción por el compañero sexual sea buena.
Son excepciones los que no pueden sentir deseo sexual si no realizan esta práctica, en cuyo caso el acompañante es lo de menos.
Si eres de estos últimos has de ser muy precavido al elegir tus acompañantes, es muy peligroso dejarse atar por un desconocido/a.
El bondage como casi todos los juegos sexuales avanzados precisa tiempo para que las condiciones del juego se vayan dando progresivamente, por eso es necesario un cierto nivel de intimidad y de complicidad.